Componer grandes telas a partir de otras más pequeñas y utilizar las primeras para hacer mantas de sofá con las que abrigarnos mientras disfrutamos de una sesión de cine casero en la sobremesa de un domingo por la tarde.
Quizá afuera llueve y hace frío pero sobre nosostros caerá el ligero peso de los colores cálidos y alegres que nos recuerdan que sobre las nubes grises, también luce el sol.

Las mujeres de la generación anterior a la mía (yo ahora tengo 45 años), utilizaron los delantales como trajes de trabajo para proteger la ropa en el desarrollo de las tareas domésticas, especialmente las llevadas a cabo en la cocina.
En mi época adolescente, recuerdo el rechazo a semejante atuendo y una de las formas de rebeldía ante el sistema contra el que protestar y que se concretaba en la figura de mi madre.
Eran épocas de escasez, de ahorro forzoso y de aprovechamiento máximo de todo de lo que se disponía.
Y gracias a ese esfuerzo y sus muchas horas de trabajo yo pude ir a la universidad, para orgullo de la mujer que me trajo al mundo. Y con ello creció en mi la idea de mujer moderna, capaz de todo y con la necesidad de ser igual al hombre en la imagen pública. Primera trampa en la que caímos y de la que no hemos escapado aún.
Soy una periodista a la que le gusta contar historias (las palabras y las telas me ayudan en esta labor) y que decidió en un momento dado hacer uno de los trabajos de mayor responsabilidad: formar una familia y alimentar y educar a dos niños con la colaboración de mi compañero de viaje.
El papel que jugaron mi madre y todas las de su generación fue tan importante en los hogares, que humildemente quiero hacerles mi pequeño homenaje vistiendo a la persona que elige (o no) el trabajo de la casa con creaciones divertidas, diferentes y únicas, literalmente hablando ya que reutilizo restos de telas por lo que no existen dos delantales iguales.